Perspectivas - ¿Qué es bello?

Texto: Olaf Adam; Fotos: Shutterstock, Wikimedia Commons
Este artículo apareció originalmente en 0dB - Das Magazin der Leidenschaft N°3
¿Rock 'n' Roll o Beethoven? ¿Picasso o Hopper? ¿Un domingo cómodo en el sofá o una caminata alpina? Sentimos que cosas diferentes son bellas. Pero, ¿existe algo así como la "verdadera belleza"?
Primero que nada: en las siguientes páginas seguramente no encontrará una respuesta definitiva a la pregunta planteada en la introducción. Grandes pensadores de la historia mundial ya han reflexionado sobre la esencia de la belleza sin llegar a una respuesta universal.
Pensamientos sobre la belleza
Platón, por ejemplo, asumía que la verdadera belleza, la "belleza en sí", realmente existe, como una especie de arquetipo de lo bello, una realidad metafísica pura, perfecta e inmutable. Según su visión, esta se escapa de la percepción humana, pero puede ser captada por la mente. Las cosas que el ser humano puede percibir con sus sentidos sólo poseen una belleza relativa: son bellas sólo en parte o desde cierta perspectiva, pueden ser opacadas por algo más bello o perder su belleza.
Más de dos mil años después, Goethe coincide con el pensador griego: "Lo bello es una manifestación de leyes secretas de la naturaleza que, sin su aparición, nos habrían quedado eternamente ocultas". ¿Existe entonces realmente una "verdadera belleza" que los humanos reconocemos en mayor o menor medida? Parece que no es tan sencillo. Al menos su contemporáneo Schiller no ubicaba la percepción de la belleza necesariamente en la razón: "La verdad está ahí para el sabio, la belleza sólo para un corazón sensible".
Personas bellas
Hoy en día, si se escribe "belleza" en un buscador de internet, la mayoría de los resultados mostrados consisten en consejos de cosmética y rostros de mujeres. Evidentemente, nuestra sociedad decidió en algún momento asociar el término principalmente con la apariencia de las personas. Debe haber razones para ello, así que quizá encontremos ahí respuestas a la pregunta "¿Qué es bello?" En primer lugar, la belleza en este contexto es inevitablemente una construcción moldeada por la época, la cultura y las circunstancias de vida.

Basta con observar los llamados ideales de belleza a lo largo del tiempo. Entre los cuerpos femeninos bien proporcionados de Rubens en el siglo XVI y la moda de Twiggy en los Swinging Sixties del siglo pasado hay un mundo de diferencia. Pero, ¿estos ideales tienen algo que ver con la verdadera belleza? Difícilmente. Más bien se trata de una idea creada por la sociedad y difundida por los medios de cada época sobre cómo deberían lucir las personas.
Y como el mundo es como es, tales "ideales de belleza" se han enfocado casi exclusivamente en las mujeres a lo largo del tiempo. ¿O habría que decir que se han vuelto en su contra? Considerando las numerosas enfermedades, afecciones y mutilaciones que las mujeres en diferentes culturas han sufrido y aún sufren para ajustarse a un determinado ideal de "belleza", esta interpretación parece bastante válida. Los hombres, en cambio, casi siempre y en casi cualquier lugar podían lucir como quisieran, mientras pudieran adaptarse a la ropa dictada por la moda dominante.
Por lo tanto, este tipo de comparaciones son con toda seguridad inadecuadas para la búsqueda de la verdadera belleza. Y sin embargo, es innegable que percibimos a algunas personas como bellas y a otras menos. Esto aplica especialmente a los rostros, y aquí la simetría parece jugar un papel importante, independientemente de la influencia cultural predominante.
¿Bello o atractivo?
Generalmente, la ciencia asume que encontramos atractivas a las personas que parecen saludables y que, por lo tanto, una forma facial simétrica, piel uniforme y otros indicios de salud física se perciben como bellos.
Desde el punto de vista de la biología evolutiva puede haber algo de cierto en esto, pero tampoco es una explicación completamente convincente. Estudios con retratos generados artificialmente han demostrado que un rostro puede ser demasiado perfecto. Si se permite a una computadora crear el rostro matemáticamente ideal, al resultado le falta aparentemente la dosis necesaria de realidad: una pequeña desviación simpática del ideal, que convierte una imagen hermosa en una persona atractiva. Cuando se trata de relaciones humanas, entonces, se debe distinguir entre belleza y atractivo. Este último está demasiado influenciado por nuestra cultura, nuestras preferencias y nuestras hormonas como para permitir una afirmación confiable sobre lo primero.
Proporciones perfectas

Así que, por un momento, dejemos de lado la mezcla de sensaciones humanas, fenómenos culturales y procesos biológicos y busquemos pruebas de la existencia de una verdadera belleza en áreas más tangibles. Y de hecho, parece haber algunos principios matemáticos de la belleza cuya profundidad aún no se comprende por completo.
El ejemplo más conocido es la proporción áurea. Aunque el término se acuñó a mediados del siglo XIX, los fundamentos matemáticos ya eran conocidos por Euclides (alrededor del año 300 a.C.). Se habla de la proporción áurea cuando un segmento (u otra magnitud) se divide de tal manera que la relación de la longitud total con la parte mayor es la misma que la de la parte mayor con la menor. Esta relación, conocida como el número áureo, es un número irracional con infinitos decimales, pero corresponde aproximadamente a 1,62, es decir, una división de alrededor del 61,8% para la parte mayor y del 38,2% para la parte menor. Todo esto puede sonar muy abstracto para quienes no son matemáticos, pero nos encontramos con la proporción áurea y el número áureo a diario, sin darnos cuenta.
Está demostrado que percibimos las proporciones que surgen de este principio como especialmente armoniosas y bellas. Por eso se ha utilizado durante siglos en el arte, la arquitectura y el diseño de objetos cotidianos. Por supuesto, también se podría suponer aquí una influencia cultural y pensar que, con el tiempo, hemos "aprendido" que tales proporciones son bellas.
El plan de la naturaleza
Pero parece que hay algo más detrás, ya que sorprendentemente la proporción áurea también se encuentra en la naturaleza. La disposición de las hojas de muchas plantas alrededor del eje central sigue esta proporción; las piñas, las inflorescencias de los girasoles y las conchas marinas están ordenadas en espirales de Fibonacci, que matemáticamente se basan en la proporción áurea. También en las estructuras cristalinas, las resonancias de las órbitas planetarias e incluso en ciertos aspectos de los agujeros negros, se ha identificado el número áureo como un valor decisivo.

Entonces, ¿puede reducirse la belleza a este único número, siguiendo casi una ley cósmica? Lamentablemente no, o al menos no exclusivamente. Existen numerosos ejemplos en la naturaleza y en el arte que son bellos sin la influencia de la proporción áurea. No todas las plantas siguen sus reglas y, en la música, cuando aplica, son otros aspectos matemáticos los relevantes.
Más que números

En el arte visual, la belleza clásica hoy se entiende a menudo como una especie de adorno superficial, mientras que el "arte verdadero" debería provocar emociones, incitar a la reflexión o comentar la sociedad. La belleza es allí secundaria, quizá incluso un obstáculo, y las obras creadas bajo esta perspectiva resultan para muchos realmente feas. Otros, en cambio, las encuentran bellas y las disfrutan. Muchos aspectos de la belleza no pueden ser captados por las matemáticas ni las teorías. ¿Cómo medir la belleza impresionante de un panorama alpino en números, o el momento en que el propio hijo da sus primeros pasos? ¿Se puede medir lo bella que es una caricia tierna, o aumenta objetivamente la belleza de una puesta de sol si la contemplas junto a una persona amada?

Difícilmente, porque toda teoría sobre la belleza tiene poco o nada que ver con la vida real. Sin importar lo que digan la psicología, la matemática, la sociología o la estética, al final cuenta: bello es lo que gusta.





